lunes, 21 de septiembre de 2015

El dulce dolor de la infidelidad


Las manos de Fátima

Una leyenda árabe cuenta el origen con una bonita historia:

Fátima  hija del profeta Mahoma, estaba preparando la comida para su esposo, el profeta Alí… cuando llegó, Fatima vio con tristeza como él iba acompañado de una joven y bonita concubina… Esta imagen la atormentó profundamente pero guardó silencio, y continuó preparado la comida para su amado marido… Estaba tan dolida que no se dió cuenta de que metíó la mano en el halva que estaba cocinando (el halva es una especie de crema dulce). El halva estaba caliente y comenzó a removerla con la mano descubierta… Era tan fuerte el dolor de su alma, que no le dolieron las profundas quemaduras que se estaba haciendo en la mano…solo se dió cuenta cuando se esposo le avisó de que se estaba quemando la mano… cuando la sacó ya estaba completamente quemada.


Datos en consideración

En algunos países la jamsa recibe el nombre de «mano de Fátima», en alusión a Fátima az-Zahra (606-632), hija de Mahoma. También se la llama «ojo de Fátima», debido a que algunas versiones del símbolo incluyen un ojo. Según cuenta una leyenda popular, una noche el marido de Fátima regresó a su casa acompañado de una concubina mientras Fátima preparaba la cena. Al verla, la celosa Fátima regresó a la cocina irritada y metió la mano en el cazo hirviendo. Al verla, su marido le quitó la mano del cazo. Desde entonces “la mano de Fátima” se convirtió en un símbolo importante en el mundo musulmán. Trae buena suerte y dota de las virtudes de paciencia, fidelidad y fertilidad, además de su poder de protección, especialmente a las embarazadas, por su protección de la matriz.


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Halva - Ollas y marmitas


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miércoles, 24 de junio de 2015

El Cantar de los cantares de Salomón (Poema de amor)




Datos obtenidos

Cantar de los Cantares (hebreo שִׁיר הַשִּׁירִים, Shir Hashirim), conocido también como Cantar de Salomón o Cantar de los Cantares de Salomón, es uno de los libros de la Biblia y del Tanaj.

El Cantar de los Cantares se estructura como un poema de amor conyugal a voces o cantos alternos, ajeno a todo plan organizado y que escapa a cualquier categorización rigurosa. Trata de dos amantes, un joven pastor y una sulamita, que han sido obligados a separarse, que se buscan con desesperación, declaman su amor en una forma poética altamente sofisticada, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la profunda esperanza de volver a estar juntos para siempre, apoyándose en la antigua premisa de que "El amor siempre triunfa". Una de las claves del Cantar de los Cantares es la forma descriptiva , sensual e inspiradora con la que se desarrollan todas las situaciones utilizando la metáfora a través del mundo de la naturaleza, los frutos, las flores, los capullos, los árboles y la miel, para relacionarlo con los enamorados, el deseo de verse y el amor profundo entre ambos






Capítulo 1

La esposa y las hijas de Jerusalén

1:1 Cantar de los cantares, el cual es de Salomón.
1:2 ¡Oh, si él me besara con besos de su boca! 
 Porque mejores son tus amores que el vino. 
1:3 A más del olor de tus suaves ungüentos, 
Tu nombre es como ungüento derramado; 
Por eso las doncellas te aman. 
1:4 Atráeme; en pos de ti correremos. 
El rey me ha metido en sus cámaras; 
Nos gozaremos y alegraremos en ti; 
Nos acordaremos de tus amores más que del vino; 
Con razón te aman. 
1:5 Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable 
Como las tiendas de Cedar, 
Como las cortinas de Salomón. 
1:6 No reparéis en que soy morena, 
Porque el sol me miró. 
Los hijos de mi madre se airaron contra mí; 
Me pusieron a guardar las viñas; 
Y mi viña, que era mía, no guardé. 
1:7 Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, 
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía; 
Pues ¿por qué había de estar yo como errante 
Junto a los rebaños de tus compañeros? 
1:8 Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, 
Ve, sigue las huellas del rebaño, 
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
La esposa y el esposo 
1:9 A yegua de los carros de Faraón 
Te he comparado, amiga mía. 
1:10 Hermosas son tus mejillas entre los pendientes, 
Tu cuello entre los collares. 
1:11 Zarcillos de oro te haremos, 
Tachonados de plata. 
1:12 Mientras el rey estaba en su reclinatorio, 
Mi nardo dio su olor. 
1:13 Mi amado es para mí un manojito de mirra, 
Que reposa entre mis pechos. 
1:14 Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi 
Es para mí mi amado. 
1:15 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas. 
1:16 He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce; 
Nuestro lecho es de flores. 
1:17 Las vigas de nuestra casa son de cedro, 
Y de ciprés los artesonados. 

Capítulo 2

2:1 Yo soy la rosa de Sarón, 
Y el lirio de los valles. 
2:2 Como el lirio entre los espinos, 
Así es mi amiga entre las doncellas. 
2:3 Como el manzano entre los árboles silvestres, 
Así es mi amado entre los jóvenes; 
Bajo la sombra del deseado me senté, 
Y su fruto fue dulce a mi paladar. 
2:4 Me llevó a la casa del banquete, 
Y su bandera sobre mí fue amor. 
2:5 Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; 
Porque estoy enferma de amor. 
2:6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza, 
Y su derecha me abrace. 
2:7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, 
Por los corzos y por las ciervas del campo, 
Que no despertéis ni hagáis velar al amor, 
Hasta que quiera. 
2:8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene 
Saltando sobre los montes, 
Brincando sobre los collados. 
2:9 Mi amado es semejante al corzo, 
O al cervatillo. 
Helo aquí, está tras nuestra pared, 
Mirando por las ventanas, 
Atisbando por las celosías. 
2:10 Mi amado habló, y me dijo: 
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. 
2:11 Porque he aquí ha pasado el invierno, 
Se ha mudado, la lluvia se fue; 
2:12 Se han mostrado las flores en la tierra, 
El tiempo de la canción ha venido, 
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. 
2:13 La higuera ha echado sus higos, 
Y las vides en cierne dieron olor; 
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. 
2:14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, 
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; 
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto. 
2:15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; 
Porque nuestras viñas están en cierne. 
2:16 Mi amado es mío, y yo suya; 
El apacienta entre lirios. 
2:17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, 
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo 
Sobre los montes de Beter

Capítulo 3

El ensueño de la esposa

3:1 Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma; 
Lo busqué, y no lo hallé. 
3:2 Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad; 
Por las calles y por las plazas 
Buscaré al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé. 
3:3 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, 
Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma? 
3:4 Apenas hube pasado de ellos un poco, 
Hallé luego al que ama mi alma; 
Lo así, y no lo dejé, 
Hasta que lo metí en casa de mi madre, 
Y en la cámara de la que me dio a luz. 
3:5 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, 
Por los corzos y por las ciervas del campo, 
Que no despertéis ni hagáis velar al amor, 
Hasta que quiera. 
El cortejo de bodas
3:6 ¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo, 
Sahumada de mirra y de incienso 
Y de todo polvo aromático? 
3:7 He aquí es la litera de Salomón; 
Sesenta valientes la rodean, 
De los fuertes de Israel. 
3:8 Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra;
Cada uno su espada sobre su muslo, 
Por los temores de la noche. 
3:9 El rey Salomón se hizo una carroza 
De madera del Líbano. 
3:10 Hizo sus columnas de plata, 
Su respaldo de oro, 
Su asiento de grana, 
Su interior recamado de amor 
Por las doncellas de Jerusalén. 
3:11 Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón 
Con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio, 
Y el día del gozo de su corazón.

Capítulo 4

El esposo alaba a la esposa

 4:1 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa; 
Tus ojos entre tus guedejas como de paloma; 
Tus cabellos como manada de cabras 
Que se recuestan en las laderas de Galaad. 
4:2 Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas, 
Que suben del lavadero, 
Todas con crías gemelas, 
Y ninguna entre ellas estéril. 
4:3 Tus labios como hilo de grana, 
Y tu habla hermosa; 
Tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo. 
4:4 Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería; 
Mil escudos están colgados en ella, 
Todos escudos de valientes. 
4:5 Tus dos pechos, como gemelos de gacela, 
Que se apacientan entre lirios. 
4:6 Hasta que apunte el día y huyan las sombras, 
Me iré al monte de la mirra, 
Y al collado del incienso. 
4:7 Toda tú eres hermosa, amiga mía, 
Y en ti no hay mancha. 
4:8 Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía; 
Ven conmigo desde el Líbano. 
Mira desde la cumbre de Amana, 
Desde la cumbre de Senir y de Hermón, 
Desde las guaridas de los leones, 
Desde los montes de los leopardos. 
4:9 Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; 
Has apresado mi corazón con uno de tus ojos, 
Con una gargantilla de tu cuello. 
4:10 ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! 
¡Cuánto mejores que el vino tus amores, 
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
4:11 Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; 
Miel y leche hay debajo de tu lengua; 
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano. 
4:12 Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; 
Fuente cerrada, fuente sellada. 
4:13 Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves, 
De flores de alheña y nardos; 
4:14 Nardo y azafrán, caña aromática y canela, 
Con todos los árboles de incienso; 
Mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas. 
4:15 Fuente de huertos, 
Pozo de aguas vivas, 
Que corren del Líbano. 
4:16 Levántate, Aquilón, y ven, Austro; 
Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas. 
Venga mi amado a su huerto, 
Y coma de su dulce fruta.  

Capítulo 5

5:1 Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía; 
He recogido mi mirra y mis aromas; 
He comido mi panal y mi miel, 
Mi vino y mi leche he bebido. 
Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados. 
El tormento de la separación 
5:2 Yo dormía, pero mi corazón velaba. 
Es la voz de mi amado que llama: 
Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, 
Porque mi cabeza está llena de rocío, 
Mis cabellos de las gotas de la noche. 
5:3 Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? 
He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar? 
5:4 Mi amado metió su mano por la ventanilla, 
Y mi corazón se conmovió dentro de mí. 
5:5 Yo me levanté para abrir a mi amado, 
Y mis manos gotearon mirra, 
Y mis dedos mirra, que corría 
Sobre la manecilla del cerrojo. 
5:6 Abrí yo a mi amado; 
Pero mi amado se había ido, había ya pasado; 
Y tras su hablar salió mi alma. 
Lo busqué, y no lo hallé; 
Lo llamé, y no me respondió. 
5:7 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad; 
Me golpearon, me hirieron; 
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros. 
5:8 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, 
Que le hagáis saber que estoy enferma de amor. 
La esposa alaba al esposo 
5:9 ¿Qué es tu amado más que otro amado, 
Oh la más hermosa de todas las mujeres? 
¿Qué es tu amado más que otro amado, 
Que así nos conjuras? 
5:10 Mi amado es blanco y rubio, 
Señalado entre diez mil. 
5:11 Su cabeza como oro finísimo; 
Sus cabellos crespos, negros como el cuervo. 
5:12 Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas, 
Que se lavan con leche, y a la perfección colocados. 
5:13 Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores; 
Sus labios, como lirios que destilan mirra fragante. 
5:14 Sus manos, como anillos de oro engastados de jacintos; 
Su cuerpo, como claro marfil cubierto de zafiros. 
5:15 Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino; 
Su aspecto como el Líbano, escogido como los cedros. 
5:16 Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable. 
Tal es mi amado, tal es mi amigo, 
Oh doncellas de Jerusalén.

Capítulo 6

Mutuo encanto del esposo y de la esposa 

6:1 ¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? 
¿A dónde se apartó tu amado, 
Y lo buscaremos contigo? 
6:2 Mi amado descendió a su huerto, a las eras de las especias, 
Para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios. 
6:3 Yo soy de mi amado, y mi amado es mío; 
El apacienta entre los lirios. 
6:4 Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa; 
De desear, como Jerusalén; 
Imponente como ejércitos en orden. 
6:5 Aparta tus ojos de delante de mí, 
Porque ellos me vencieron. 
Tu cabello es como manada de cabras 
Que se recuestan en las laderas de Galaad. 
6:6 Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero, 
Todas con crías gemelas, 
Y estéril no hay entre ellas. 
6:7 Como cachos de granada son tus mejillas 
Detrás de tu velo. 
6:8 Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, 
Y las doncellas sin número; 
6:9 Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; 
Es la única de su madre, 
La escogida de la que la dio a luz. 
La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada; 
Las reinas y las concubinas, y la alabaron. 
6:10 ¿Quién es ésta que se muestra como el alba, 
Hermosa como la luna, 
Esclarecida como el sol, 
Imponente como ejércitos en orden? 
6:11 Al huerto de los nogales descendí 
A ver los frutos del valle, 
Y para ver si brotaban las vides, 
Si florecían los granados. 
6:12 Antes que lo supiera, mi alma me puso 
Entre los carros de Aminadab. 
6:13 Vuélvete, vuélvete, oh sulamita; 
Vuélvete, vuélvete, y te miraremos. 
¿Qué veréis en la sulamita? 
Algo como la reunión de dos campamentos. 

Capítulo 7

7:1 ¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, 
Oh hija de príncipe! 
Los contornos de tus muslos son como joyas, 
Obra de mano de excelente maestro. 
7:2 Tu ombligo como una taza redonda 
Que no le falta bebida. 
Tu vientre como montón de trigo 
Cercado de lirios. 
7:3 Tus dos pechos, como gemelos de gacela. 
7:4 Tu cuello, como torre de marfil; 
Tus ojos, como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim; 
Tu nariz, como la torre del Líbano, 
Que mira hacia Damasco. 
7:5 Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo; 
Y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey 
Suspendida en los corredores.
7:6 ¡Qué hermosa eres, y cuán suave, 
Oh amor deleitoso! 
7:7 Tu estatura es semejante a la palmera, 
Y tus pechos a los racimos. 
7:8 Yo dije: Subiré a la palmera, 
Asiré sus ramas. 
Deja que tus pechos sean como racimos de vid, 
Y el olor de tu boca como de manzanas, 
7:9 Y tu paladar como el buen vino, 
Que se entra a mi amado suavemente, 
Y hace hablar los labios de los viejos. 
7:10 Yo soy de mi amado, 
Y conmigo tiene su contentamiento. 
7:11 Ven, oh amado mío, salgamos al campo, 
Moremos en las aldeas. 
7:12 Levantémonos de mañana a las viñas; 
Veamos si brotan las vides, si están en cierne, 
Si han florecido los granados; 
Allí te daré mis amores. 
7:13 Las mandrágoras han dado olor, 
Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, 
Nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado.

Capítulo 8

8:1 ¡Oh, si tú fueras como un hermano mío 
Que mamó los pechos de mi madre! 
Entonces, hallándote fuera, te besaría, 
Y no me menospreciarían. 
8:2 Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre; 
Tú me enseñarías, 
Y yo te haría beber vino 
Adobado del mosto de mis granadas. 
8:3 Su izquierda esté debajo de mi cabeza, 
Y su derecha me abrace. 
8:4 Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, 
Que no despertéis ni hagáis velar al amor, 
Hasta que quiera. 
El poder del amor 
8:5 ¿Quién es ésta que sube del desierto, 
Recostada sobre su amado? 
Debajo de un manzano te desperté; 
Allí tuvo tu madre dolores, 
Allí tuvo dolores la que te dio a luz. 
8:6 Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; 
Porque fuerte es como la muerte el amor; 
Duros como el Seol los celos; 
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. 
8:7 Las muchas aguas no podrán apagar el amor, 
Ni lo ahogarán los ríos. 
Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, 
De cierto lo menospreciarían. 
8:8 Tenemos una pequeña hermana, 
Que no tiene pechos; 
¿Qué haremos a nuestra hermana 
Cuando de ella se hablare? 
8:9 Si ella es muro, 
Edificaremos sobre él un palacio de plata; 
Si fuere puerta, 
La guarneceremos con tablas de cedro. 
8:10 Yo soy muro, y mis pechos como torres, 
Desde que fui en sus ojos como la que halla paz. 
8:11 Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, 
La cual entregó a guardas, 
Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto. 
8:12 Mi viña, que es mía, está delante de mí; 
Las mil serán tuyas, oh Salomón, 
Y doscientas para los que guardan su fruto. 
8:13 Oh, tú que habitas en los huertos, 
Los compañeros escuchan tu voz; 
Házmela oír. 
8:14 Apresúrate, amado mío, 
Y sé semejante al corzo, o al cervatillo, 
Sobre las montañas de los aromas. 

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lunes, 28 de julio de 2014

El regalo de un Califa a su amada



El regalo de un Califa a su amada
(Una leyenda de almendras y amor)


Azahara y Abderramán III

Durante los últimos años del siglo X, cuando Córdoba no se llamaba Córdoba sino Qurtuba y Abderramán III era el primer califa Omeya independiente de Bagdad. Era esta una ciudad populosa donde convivían gentes de todas las razas y religiones. A ella acudían sabios, alarifes, poetas y músicos de todos los rincones del mundo. Florecían las artes, progresaban las ciencias, se mezclaba lo autóctono con las nuevas influencias recibidas del exterior. Todo lo asimilaba y lo hacia suyo.

Era Abderramán un califa audaz, enérgico y valeroso. Su constancia y talento político hicieron posible la unidad y pacificación de Al-Andalus. Consiguió imponer respeto a los cristianos del Norte y acometió con arrogancia la reorganización de su autoridad soberana.

Para agasajar al califa solicitando su protección o agradeciendo su ayuda, los monarcas de otras tierras enviaban fabulosos regalos: Extrañas obras de arte, piedras preciosas, libros de incalculable valor y hermosas esclavas. Azahara fue una de ellas.

Cierto día, paseando Abderramán, con su gran séquito de cortesanos por el patio de naranjos de la Gran Aljama, vió aparecer una comitiva formada por una larga fila de mulas ricamente enjaezadas, cargadas de innumerables tesoros. Detrás, una docena de eunucos custodiaban a varias cautivas de sorprendente belleza. Todo ello constituía una ofrenda del emir de Granada al califa de Córdoba.

Era Azahara (cuyo nombre significaba "La Flor") la joven más hermosa de la comitiva. Procedía de Elvira y el tumulto de la gran ciudad la llenaba de turbación y asombro. Sus ojos eran tan negros y brillantes que hicieron saltar chispas de fuego en el corazón de Abderramán. Tanto ardor sintió el califa dentro de si que apartando a la muchedumbre se acercó a ella y le preguntó:

¿Quien eres, mujer? ¿Cómo te llamas?

- Azahara, mi señor

Así fue como Azahara se convirtió en la favorita de Abderramán.

Los cronistas de la época apenas han dejado constancia de su existencia, tan solo nos dicen que habiendo recibido Abderramán III el legado de una gran fortuna, quiso emplear este dinero en el rescate de prisioneros de guerra, pero tras enviar a sus emisarios a través de las Marcas (León y Navarra) y no encontrar ni un solo prisionero islámico, una muchacha del harem llamada Azahara le inspiró la construcción de una ciudad que llevara su nombre (Ciudad de la Flor de Azahar")y que sirviera para gloria del califato.

Abderramán hizo venir desde Bagdad y Constantinopla a los geómetras y alarifes más prestigiosos de la época. De Bizancio llegaron los maestros escultores que sabían cortar y pulir el mármol extrayendo de él toda su belleza. Junto a ellos, los artesanos cordobeses tallaron la piedra hasta darle el aspecto de un sutil encaje. Los materiales empleados eran los más raros y preciosos, llegaban venciendo mil dificultades, cargados en grandes bajeles, desde todas las partes del mundo conocido.

El 19 de noviembre del año 936, se pusieron los cimientos de esta gran ciudad palatina. Se dice que en la puerta principal del recinto el califa mandó colocar la efigie de Azahara, la elegida de su corazón. Tenía la ciudad mas de tres mil cuatrocientas columnas, cuyos arcos, de marfil y ébano estaban incrustados de adornos de oro y piedras preciosas. Se llegaron a contar mas de quinientas puertas reforzadas con placas de bronce bruñido. Las paredes del Salón del Trono eran de mármoles variados y jaspes transparentes como el cristal, los techos estaban revestidos de mosaicos dorados cubiertos con tejas de oro y plata y del centro de las bóbedas pendían hermosas perlas. Asimismo, hizo construir fuentes y acequias que hacían sonar el agua de treinta y ocho modos diferentes para exaltar o serenar el ánimo y en una dependencia del palacio instaló una inmensa jaula llena de pájaros exóticos y un parque zoológico con fieras traídas de África.

Sin embargo, Azahara estaba triste. Abderramán le preguntaba

- ¿Qué te ocurre, mi amor?, dime lo que te falta y yo lo traeré-.

- Ni con todo tu imperio y tu poder podrías conseguir lo que yo quiero- respondía.

Llena de melancolía, Azahara miraba las montañas rojizas. Pensativa, recordaba los lugares de su infancia y el manto de nieve que cubría la Sierra de Elvira cuando llegaba el invierno.

Para que volviera a sonreir, Abderramán ordenó cubrir de almendros el Monte de la Amada, y Sierra Morena se puso blanca de amor como una novia.

La vida de Azahara fue breve, tan breve como la ciudad que por su amor fue construida. Abderramán, convertido en un anciano solitario miraba a su alrededor y decía:

Desde Al-Zahra te recuerdo con pasión. El horizonte está claro y la tierra nos muestra su faz serena. La brisa desmaya con el crepúsculo. Parece que se apiada de mi y languidece, llena de ternura. Los arriates me sonríen con sus aguas de plata, que parecen collares desprendidos de las gargantas. Así fueron los días felices que ya pasaron, cuando, aprovechando el sueño del Destino, fuimos ladrones de placer. ¡No conceda Dios la calma al corazón que desista de recordarte y que no vuele a tu lado con las alas trémulas del deseo!

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Almendras - Naranjas


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sábado, 17 de mayo de 2014

El amor, un amante y el café





CANTATA DEL CAFÉ (1734) (Kaffekantate)

1 RECITATIVO
Narrador
Silencio, no habléis
y escuchad la historia.
El señor Schlendrian
viene con su hija Lieschen
a la que gruñe como un oso. 
¡Escuchad lo que ella le ha hecho!

2. ARIA 
Schlendrian
¿No son los hijos la causa
de cien mil preocupaciones? 
Diariamente se lo digo
a mi hija Lieschen,
pero no me hace caso.

3. RECITATIVO 
Schlendrian
Descarada niña, chiquilla obstinada.
¡Ah, cuándo me escucharás!
¡Aparta de mí vista ese café!

Lieschen
¡Padre, no seáis tan severo!
Si tres veces al día
no bebo mi tacita de café,
entonces me marchitaré
al igual que una cabra asada.

4. ARIA
Lieschen
¡Ah, qué agradable es el aroma del café!
Más sabroso que mil besos
y más dulce que el vino moscatel.
Café, café necesito tenerlo,
y quien quiera complacerme
que me regale café.

5. RECITATIVO
Schlendrian
Si no dejas de beber café
no irás a la boda
ni de paseo.

Lieschen
¡Bien!
Entonces déjame tomar café.

Schlendrian
¿Es que acaso eres una monita?
Ya no te regalaré
la falda de ballenas a la última moda.

Lieschen
 No me importa.

Schlendrian
¡Y ya no mirarás por la ventana
a los que pasean!

Lieschen
De acuerdo, pero, te lo suplico,
déjame mi café.

Schlendrian
De mi mano no recibirás
cintas de oro o plata
para adornar tu sombrero.

Lieschen
¡Sí, sí, déjame mi único placer!

Schlendrian
Lieschen, terca,
¿aceptas todo lo que te propongo?

6. ARIA
Schlendrian
Las muchachas obstinadas
no se dan por vencidas con facilidad.
Pero si se encuentra su debilidad,
¡oh! se pueden obtener grandes resultados.

7. RECITATIVO
Schlendrian
Ahora, escucha a tu padre.

Lieschen
Siempre, excepto en lo que concierne al café.

Schlendrian
Entonces debes aceptar
no tener jamás esposo.

Lieschen
¡Oh sí, padre mío, deseo un esposo!

Schlendrian
Te prometo que eso nunca lo tendrás.

Lieschen
¿Hasta que abandone el café?
Desde ahora digo adiós para siempre al café.
¡Padre mío, no lo beberé nunca más!

Schlendrian
Así pues, tendrás finalmente un esposo.

8. ARIA
Lieschen
¡Hoy mismo, hoy mismo,
querido padre, dámelo!
¡Ah, un esposo! ¡Un esposo!
¡Es justo lo que necesito,
y que sea pronto!
que a la hora de dormir,
en vez de café,
tenga un apuesto amante.

9. RECITATIVO
Narrador
El viejo Schlendrian marcha
para encontrar un esposo
a su hija Lieschen;
pero Lieschen, en secreto, se propone:
«Ningún pretendiente admitiré en esta casa,
hasta que jure y ponga en el contrato marital
que me autorizará,
siempre que yo quiera,
a prepararme un café»

10. CORO
Lieschen, Narrador, Schlendrian
No prohíbas al gato cazar ratones.
Las señoritas permanecen fieles a su café,
a la madre le gusta beberlo,
la abuela también lo probó, por tanto:
¿quién puede culpar a la hijas?

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domingo, 4 de mayo de 2014

Noches de Arabia (Miel)




El Amor

Es el amor. Preserva tus entrañas,
que la pasión no es fácil,
y todo lo que elige se consume,
aunque tenga razón.
Vive libre de él,
que la calma de amor es la fatiga,
dolencia es su comienzo, y muerte su final.
Para mí, sin embargo,
El morir por amor es un vivir,
y el favor se lo debo a aquel que amo.
Te doy estos consejos
conociendo muy bien qué es el amor,
pero si tú prefieres contradecirme,
elige por ti mismo lo que te plazca.
Si deseas vivir gozosamente,
muere mártir por él; s¡ no lo haces,
el amor tiene ya su propia gente.
Quien no muere de amor, por él no vive.
Y la miel no se puede cosechar
sin exponerse al daño de las abejas.

Autor: Ibn Al - Farid


¡Cuántas noches me han servido las copas
las manos de un corzo que me compromete!
Me hacía beber de sus ojos y de su mano
y era embriaguez sobre embriaguez, pasión sobre pasión.
Yo tomaba los besos de sus mejillas y mojaba mis labios
en su boca, ambas más dulces que la miel.
Nuestra jarra se prosternaba sin cesar, como si, tras pecar,
se hubiese dedicado al ascetismo.
Yo pasaba la noche con una luna llena,
aunque la auténtica estuviese ausente,
como si estuviese en el paraíso,
por los placeres
Me pedía que guardarse el secreto, mientras su mano
me servía de cojín y me mostraba la misma pasión que yo

Autor: ‘Alī ibn Abī l - Usayn



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