Una leyenda árabe cuenta el origen con una bonita historia:
Fátima hija del profeta Mahoma, estaba preparando la
comida para su esposo, el profeta Alí… cuando llegó, Fatima vio con tristeza
como él iba acompañado de una joven y bonita concubina… Esta imagen la
atormentó profundamente pero guardó silencio, y continuó preparado la comida
para su amado marido… Estaba tan dolida que no se dió cuenta de que metíó la
mano en el halva que estaba cocinando (el halva es una especie de crema dulce).
El halva estaba caliente y comenzó a removerla con la mano descubierta… Era tan
fuerte el dolor de su alma, que no le dolieron las profundas quemaduras que se
estaba haciendo en la mano…solo se dió cuenta cuando se esposo le avisó de que
se estaba quemando la mano… cuando la sacó ya estaba completamente quemada.
Datos en consideración
En algunos países la jamsa recibe el nombre de «mano de
Fátima», en alusión a Fátima az-Zahra (606-632), hija de Mahoma.
También se la llama «ojo de Fátima», debido a que algunas versiones del símbolo
incluyen un ojo. Según cuenta una leyenda popular, una noche el marido de
Fátima regresó a su casa acompañado de una concubina mientras Fátima preparaba
la cena. Al verla, la celosa Fátima regresó a la cocina irritada y metió la
mano en el cazo hirviendo. Al verla, su marido le quitó la mano del cazo.Desde
entonces “la mano de Fátima” se convirtió en un símbolo importante en el mundo
musulmán. Trae buena suerte y dota
de las virtudes de paciencia, fidelidad y fertilidad, además de su poder
de protección, especialmente a las embarazadas, por su protección de la matriz.
Cantar de los Cantares (hebreo שִׁיר הַשִּׁירִים, Shir Hashirim), conocido también como Cantar de Salomón o Cantar de los Cantares de Salomón, es uno de los libros de la Biblia y del Tanaj.
El Cantar de los Cantares se estructura como un poema de amor conyugal a voces o cantos alternos, ajeno a todo plan organizado y que escapa a cualquier categorización rigurosa. Trata de dos amantes, un joven pastor y una sulamita, que han sido obligados a separarse, que se buscan con desesperación, declaman su amor en una forma poética altamente sofisticada, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la profunda esperanza de volver a estar juntos para siempre, apoyándose en la antigua premisa de que "El amor siempre triunfa". Una de las claves del Cantar de los Cantares es la forma descriptiva , sensual e inspiradora con la que se desarrollan todas las situaciones utilizando la metáfora a través del mundo de la naturaleza, los frutos, las flores, los capullos, los árboles y la miel, para relacionarlo con los enamorados, el deseo de verse y el amor profundo entre ambos
Capítulo 1
La esposa y las hijas de Jerusalén
1:1 Cantar de los cantares, el cual es de Salomón.
1:2 ¡Oh, si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.
1:3 A más del olor de tus suaves ungüentos,
Tu nombre es como ungüento derramado;
Por eso las doncellas te aman.
1:4 Atráeme; en pos de ti correremos.
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti;
Nos acordaremos de tus amores más que del vino;
Con razón te aman.
1:5 Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
1:6 No reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
Me pusieron a guardar las viñas;
Y mi viña, que era mía, no guardé.
1:7 Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
1:8 Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
Ve, sigue las huellas del rebaño,
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
La esposa y el esposo
1:9 A yegua de los carros de Faraón
Te he comparado, amiga mía.
1:10 Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
Tu cuello entre los collares.
1:11 Zarcillos de oro te haremos,
Tachonados de plata.
1:12 Mientras el rey estaba en su reclinatorio,
Mi nardo dio su olor.
1:13 Mi amado es para mí un manojito de mirra,
Que reposa entre mis pechos.
1:14 Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi
Es para mí mi amado.
1:15 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
1:16 He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
1:17 Las vigas de nuestra casa son de cedro,
Y de ciprés los artesonados.
Capítulo 2
2:1 Yo soy la rosa de Sarón,
Y el lirio de los valles.
2:2 Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
2:3 Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
2:4 Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
2:5 Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
2:6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
2:7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
2:8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
2:9 Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
2:10 Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:11 Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
2:12 Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
2:13 La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
2:15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
2:16 Mi amado es mío, y yo suya;
El apacienta entre lirios.
2:17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter
Capítulo 3
El ensueño de la esposa
3:1 Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3:2 Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad;
Por las calles y por las plazas
Buscaré al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3:3 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad,
Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?
3:4 Apenas hube pasado de ellos un poco,
Hallé luego al que ama mi alma;
Lo así, y no lo dejé,
Hasta que lo metí en casa de mi madre,
Y en la cámara de la que me dio a luz.
3:5 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
El cortejo de bodas
3:6 ¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo,
Sahumada de mirra y de incienso
Y de todo polvo aromático?
3:7 He aquí es la litera de Salomón;
Sesenta valientes la rodean,
De los fuertes de Israel.
3:8 Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra;
Cada uno su espada sobre su muslo,
Por los temores de la noche.
3:9 El rey Salomón se hizo una carroza
De madera del Líbano.
3:10 Hizo sus columnas de plata,
Su respaldo de oro,
Su asiento de grana,
Su interior recamado de amor
Por las doncellas de Jerusalén.
3:11 Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón
Con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio,
Y el día del gozo de su corazón.
Capítulo 4
El esposo alaba a la esposa
4:1 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa;
Tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
Tus cabellos como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
4:2 Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
Que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y ninguna entre ellas estéril.
4:3 Tus labios como hilo de grana,
Y tu habla hermosa;
Tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo.
4:4 Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería;
Mil escudos están colgados en ella,
Todos escudos de valientes.
4:5 Tus dos pechos, como gemelos de gacela,
Que se apacientan entre lirios.
4:6 Hasta que apunte el día y huyan las sombras,
Me iré al monte de la mirra,
Y al collado del incienso.
4:7 Toda tú eres hermosa, amiga mía,
Y en ti no hay mancha.
4:8 Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía;
Ven conmigo desde el Líbano.
Mira desde la cumbre de Amana,
Desde la cumbre de Senir y de Hermón,
Desde las guaridas de los leones,
Desde los montes de los leopardos.
4:9 Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;
Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,
Con una gargantilla de tu cuello.
4:10 ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
4:11 Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
Durante
los últimos años del siglo X, cuando Córdoba no se llamaba Córdoba sino Qurtuba
y Abderramán III era el primer califa Omeya independiente de Bagdad. Era esta
una ciudad populosa donde convivían gentes de todas las razas y religiones. A
ella acudían sabios, alarifes, poetas y músicos de todos los rincones del
mundo. Florecían las artes, progresaban las ciencias, se mezclaba lo autóctono
con las nuevas influencias recibidas del exterior. Todo lo asimilaba y lo hacia
suyo.
Era
Abderramán un califa audaz, enérgico y valeroso. Su constancia y talento
político hicieron posible la unidad y pacificación de Al-Andalus. Consiguió
imponer respeto a los cristianos del Norte y acometió con arrogancia la
reorganización de su autoridad soberana.
Para
agasajar al califa solicitando su protección o agradeciendo su ayuda, los monarcas
de otras tierras enviaban fabulosos regalos: Extrañas obras de arte, piedras
preciosas, libros de incalculable valor y hermosas esclavas. Azahara fue una de
ellas.
Cierto
día, paseando Abderramán, con su gran séquito de cortesanos por el patio de naranjos
de la Gran Aljama, vió aparecer una comitiva formada por una larga fila de
mulas ricamente enjaezadas, cargadas de innumerables tesoros. Detrás, una
docena de eunucos custodiaban a varias cautivas de sorprendente belleza. Todo
ello constituía una ofrenda del emir de Granada al califa de Córdoba.
Era
Azahara (cuyo nombre significaba "La Flor") la joven más hermosa de
la comitiva. Procedía de Elvira y el tumulto de la gran ciudad la llenaba de
turbación y asombro. Sus ojos eran tan negros y brillantes que hicieron saltar
chispas de fuego en el corazón de Abderramán. Tanto ardor sintió el califa
dentro de si que apartando a la muchedumbre se acercó a ella y le preguntó:
¿Quien eres, mujer? ¿Cómo te
llamas?
- Azahara, mi señor
Así
fue como Azahara se convirtió en la favorita de Abderramán.
Los
cronistas de la época apenas han dejado constancia de su existencia, tan solo
nos dicen que habiendo recibido Abderramán III el legado de una gran fortuna,
quiso emplear este dinero en el rescate de prisioneros de guerra, pero tras
enviar a sus emisarios a través de las Marcas (León y Navarra) y no encontrar
ni un solo prisionero islámico, una muchacha del harem llamada Azahara le
inspiró la construcción de una ciudad que llevara su nombre (Ciudad de la Flor
de Azahar")y que sirviera para gloria del califato.
Abderramán
hizo venir desde Bagdad y Constantinopla a los geómetras y alarifes más
prestigiosos de la época. De Bizancio llegaron los maestros escultores que
sabían cortar y pulir el mármol extrayendo de él toda su belleza. Junto a
ellos, los artesanos cordobeses tallaron la piedra hasta darle el aspecto de un
sutil encaje. Los materiales empleados eran los más raros y preciosos, llegaban
venciendo mil dificultades, cargados en grandes bajeles, desde todas las partes
del mundo conocido.
El
19 de noviembre del año 936, se pusieron los cimientos de esta gran ciudad
palatina. Se dice que en la puerta principal del recinto el califa mandó
colocar la efigie de Azahara, la elegida de su corazón. Tenía la ciudad mas de
tres mil cuatrocientas columnas, cuyos arcos, de marfil y ébano estaban
incrustados de adornos de oro y piedras preciosas. Se llegaron a contar mas de
quinientas puertas reforzadas con placas de bronce bruñido. Las paredes del
Salón del Trono eran de mármoles variados y jaspes transparentes como el
cristal, los techos estaban revestidos de mosaicos dorados cubiertos con tejas
de oro y plata y del centro de las bóbedas pendían hermosas perlas. Asimismo,
hizo construir fuentes y acequias que hacían sonar el agua de treinta y ocho
modos diferentes para exaltar o serenar el ánimo y en una dependencia del
palacio instaló una inmensa jaula llena de pájaros exóticos y un parque zoológico
con fieras traídas de África.
Sin
embargo, Azahara estaba triste. Abderramán le preguntaba
-
¿Qué te ocurre, mi amor?, dime lo que te falta y yo lo traeré-.
-
Ni con todo tu imperio y tu poder podrías conseguir lo que yo quiero-
respondía.
Llena
de melancolía, Azahara miraba las montañas rojizas. Pensativa, recordaba los
lugares de su infancia y el manto de nieve que cubría la Sierra de Elvira
cuando llegaba el invierno.
Para
que volviera a sonreir, Abderramán ordenó cubrir de almendros el Monte de la
Amada, y Sierra Morena se puso blanca de amor como una novia.
La
vida de Azahara fue breve, tan breve como la ciudad que por su amor fue
construida. Abderramán, convertido en un anciano solitario miraba a su
alrededor y decía:
Desde Al-Zahra te recuerdo con pasión.
El horizonte está claro y la tierra nos muestra su faz serena. La brisa desmaya
con el crepúsculo. Parece que se apiada de mi y languidece, llena de ternura.
Los arriates me sonríen con sus aguas de plata, que parecen collares
desprendidos de las gargantas. Así fueron los días felices que ya pasaron,
cuando, aprovechando el sueño del Destino, fuimos ladrones de placer. ¡No
conceda Dios la calma al corazón que desista de recordarte y que no vuele a tu
lado con las alas trémulas del deseo!