miércoles, 2 de mayo de 2012

Inanna y sus amores





En la mitología sumeria Ianna era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Con la llegada de los acadios Inanna se transformó en Ishtar

Una historia ha pasado a través de los miles de años y ha llegado a nuestras manos en forma de poema


He aquí la sentencia del amor de Innana; es así!!!, lamentablemente es así !!!



Un día, el héroe, el guerrero, el dios sol Utu, le dijo a su hermana la sagrada Inanna, que se hallaba paseando por la orilla del río.

- ¡Hermana, diosa pura que te manifiestas en el cielo! El que llena el establo de ganado, el que fabrica la buena mantequilla, el que facilita carne a los dioses, Dumuzi, a quien ves allí apacentando su rebaño, desea tu corazón. También - y eso ya lo sabes, porque es tu preferido- aquél que se inclina ante los surcos, el que fecunda los canales y las acequias, el que produce cereales y plantas, Enkimdu, también te pretende. Los dos te cortejan, los dos se presentan a tu elección.

Después de estas palabras, Utu intentó aconsejar a Inanna:

- Oh hermana mía, deja que el pastor se case contigo! Por qué, doncella Inanna, no quieres? Escucha: su mantequilla es buena, su leche es buena. Todo lo que el pastor toca con su mano resplandece. ¡Oh Inanna, desposa a Dumuzi! Tú adornada de piedras shuba, ¿por, que no quieres?

Inanna respondió a su hermano Utu:

- El pastor no se casará conmigo, no me envolverá con su manta tosca, su burda lana no me cubrirá. Quien se va a casar conmigo, doncella que soy, será el labrador. El labrador que hace crecer el grano en abundancia para mi mesa.

Dumuzi, el pastor, habiendo oído - pues no se hallaba muy lejos - que la diosa prefería a Enkimdu el rey del dique, del canal y del arado, enterado Dumuzi de las preferencias de Inanna, se enfureció y se puso a hablar en voz alta:

- ¡Prefiere al labrador! pero, el labrador, ¿que tiene más que yo?

Prefiere a Enkimdu, el rey del dique, del canal y del arado. ¿Que tiene el labrador más que yo? ¿En que es superior? Si él me diera su harina negra, yo le daría al labrador mi oveja negra a cambio; si el me diera su harina blanca, y le daría mi oveja blanca a cambio, si él me diera su mejor cerveza, yo le serviría mi exquisita leche Kisim a cambio; si el me diera su cerveza espesa, yo le serviría mi leche batida a cambio; si él me sirviera su cerveza diluída, y le serviría mi leche a cambio. Si él me diera su buena planta hahala, yo le daría mi leche itirda a cambio; si él me diera sus habichuelas, yo le daría mis pequeños quesos a cambio. Cuando yo hubiera comido, cuando hubiera bebido, le dejaría mi mantequilla sobrante. ¡Más que yo! Que tiene el labrador más que yo?

Terminado su soliloquio, que había sido oído por Inanna, la reina del cielo titubeó en su decisión, ya no le parecía mal el desposarse con un pastor. Incluso, miró a Dumuzi con buenos ojos. Además la gallardía y la juventud de aquél pastor no le desagradaron en absoluto

Dumuzi, que en todo momento se había creído superior a su oponente, advertido del cambio de criterio operado en Inanna, se alegró, se regocijó frente a los pastos de la orilla del río. Por allí iba apacentando sus ovejas.

Hacia el pastor que caminaba de un lado a otro por la orilla del río, he aquí que se dirigió el labrador, el labrador Enkimdu.

Dumuzi, el pastor, inició una disputa con Enkimdu, el labrador, el rey del dique, del canal y del arado, en la campiña.

El labrador, que era una divinidad pacífica, anhelante de la cordialidad y de la amistad, no quiso confrontarse con el pastor, sobre todo al ver que Inanna había mudado de opinión. Con tranquilas palabras le dijo:

- Por que debo competir contigo, oh pastor? ¿Por que habría de enfrentarme? deja que tus ovejas coman la hierba de la orilla del río, que tus ovejas coman mis tallos ya crecidos en mi campiña, que coman grano en los resplandecientes campos de Uruk, que sus caritos y corderos beban el agua de mi canal de Isurugal.

Oídas aquellas palabras, Dumuzi le contestó:

- En cuanto a mí, que soy un pastor, quiero que, oh labrador, asistas a mi boda como amigo. ¡Oh labrador Enkimdu, que puedas asistir como amigo a mi boda! ¡Que puedas venir como amigo! ¡Te consideraré un amigo!.

Enkimdu, dirigiéndose a Inanna, le habló en estos términos

- Joven muchacha como regalo de boda te traeré trigo, te traeré habas, te traeré grano gunida de mi campiña. Te traeré todo lo que sea bueno para ti. Joven Inanna, te voy a traer cebada, judías y sal.

Y así termina este sencillo poema sumerio (lo siento si esperábais un final lleno de trepidante acción, no sería justo el modificarlo) ya que los había más complejos y mejor elaborados, pero por su vigencia me pareció que debía ser desempolvado y por que no, debidamente analizado. Para reflexionar un poco sobre la naturaleza humana y su inmutabilidad ante el paso del tiempo.


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Fuente 

Copiado literal (Muy Bueno este blog!!!) 



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